Así, en mi último viaje a Madrid fui con la idea de comprar Corres como una niña de David Guerrero (que había conocido en una charla en Pamplona hace unos meses) con la idea de regalárselo a mi hermana (amante de los deportes y con un par de dedos de frente y empatía más que Ana Peleteiro). Corres como una niña. El género y la diversidad LGTBI en el deporte nos propone un viaje por el presente y el pasado de la realidad de las mujeres y el colectivo LGTBI en el deporte.
El caso es que no quedaba ningún ejemplar del libro de Guerrero, por lo que decidí esperar a comprarlo la próxima vez que vaya a Madrid, y llevarme El niño que no fui. Infancia, adolescencia y adultez LGTB de Daniel Valero (Tigrillo), que había estado apunto de comprarme las últimas ¿dos? ¿tres? visitas a Berkana, pero siempre acababa priorizando otro (como por ejemplo El feminismo queer es para todo el mundo de Gracia Trujillo Barbadillo, que todavía no me he terminado, pero que, os adelanto que, en los tiempos que nos está tocando vivir, todes deberíamos leer: ya que en el feminismo cabemos todes, si no no es feminismo).
Pues bien, hacía tiempo que no me apasionaba tanto con un libro (apasionamiento que por cierto coincide en tiempo y forma con mi fanatismo adolescente por la serie Heartstopper que todavía no había visto, pero esto lo dejamos para otro post). Y sí, obvio es porque me siento muy identificado con lo que narra Daniel Valero y que, por otra parte, alguien tenía que contar. Y es de admirar, ya que no es fácil mostrar hasta tus entrañas, y a al mismo tiempo contextualizarlo con la historia y conceptos LGTBI+ y encima hacerlo de manera entretenida y con toques de humor. Tigrillo, chique, chapó. Olé tú.
Y es que como dice Daniel Valero, El niño que no fui es esa persona que todo el mundo esperaba que fuese (él y yo y otres tantas como nosotres). Ese niño normativo ajustado a las expectativas de un mundo que ya tenía pensado cómo debía ser por el mero hecho de haber nacido con un determinado cuerpo en una determinada sociedad y que me atrevo a decir que no somos (ni queremos ser ninguno de las dos); pero a los que nos señalaban cuando ni siquiera nos habíamos planteado estas cuestiones.
El libro trata sobre "una vivencia bastante común entre las personas que pertenecemos al colectivo LGTB y es que muchas de nosotras vivimos nuestras infancias y adolescencias a la sombra de los niños y niñas que no fuimos".
El libro es un viaje acerca de relaciones familiares y sociales en una vida queer. De supervivencia contra la LGTBfobia. Y un intento de responder algunas preguntas:¿Cómo nos ha afectado a los adultos LGTB que somos no haber sido los niños que se esperaba que fuéramos? ¿Qué me habría gustado saber cuando era un adolescente que comenzaba a descubrir su orientación sexual y su forma de expresarse? ¿Qué podríamos hacer saber a niños, padres/madres y a toda la sociedad para cambiar, poco a poco, la vida de miles de personas LGTB? Un libro que seguiré paseando con mucho ORGULLO por las playas del Mediterráneo hasta que lo termine en mis próximas vacaciones.
Y aprovechando que me he puesto a hablar de literatura, algo que no hago habitualmente, voy a recomendar otro libro, pero que esta vez no compré yo, sino Serchtiki (obvio también en Berkana), Tránsito violeta de Esther Freire. Un libro sencillo que habla sobre la vida de las personas transexuales, sobre amor, sobre la familia que te toca y la que eliges, sobre feminismo... y que gracias a la estructura de sus capítulos: cortos, breves y directos, te lo lees de una sentada porque simplemente, te atrapa y quieres ser del grupo de amigues de Violeta.
Por cierto, Angelita la Perversa te prometo que en cuanto termine El niño que no fui me pongo con tu Mantis religiosa. Ya sabes, lo bueno se hace esperar y todavía queda mucho verano.