Cada verano desde hace unos cuantos, los desayunos de mis vacaciones en la Costa Dorada (el paraíso para no hacer nada más que tomar el sol) saben distinto. Cambio el Nesquik y el descafeinado de sobre por mi gran amigo Cacaolat (en Pamplona nunca ha habido). Ningún batido sabe como él.
Vale sí, El Okey me mola, pero el Cacaolat es mi preferido. Así que cuando terminan mis vacaciones me traigo un par de botellas. Hasta este año. Nueva Rumasa (complejo empresarial del ex-presidente del Rayo Vallecano, el mismo que se disfrazó en su día de Superman para salvar sus marcas) está en quiebra, de nuevo. Por lo que no me queda otra que desearle... una gran diarrea, si no paga a sus trabajadores y pone a funcionar la marca Cacaolat de nuevo. Mercadona sin Cacaolat no me cae tan bien, que no es lo mismo qué que me caiga mal. Me niego a seguir desayunando leche con polvos todo el año.
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