La última edición de Gran Hermano está ya en su cauce final ¡y yo todavía no había dedicado una entrada al mismo! Y mira que la entrada del bartolino en el chichi de Sonia Walls del año pasado pasó a la historia del blog. El caso es que, como en la anterior edición, este Gran Hermano me la trae un poco floja, aunque haya repetido hasta la saciedad que los/as concursantes de este año me parecen más atractivos (y no hablo de cuerpos) que los y las del año pasado. Total, que a pocas semanas de que le pongan el candado al chiringuito de Guadalix de la Milá, me declaro Paulista.
Paula es esa jovencita tatuada y teñida que dice haber vivido en Hawaii y que #mueredeamor por todo mientras grita, hace aspavientos y pone muecas sin parar. La misma que ha protagonizado la relación amorosa más telenovelera de la historia del programa, un poco de sexo en la ducha (sea dicho de paso), se ha echado de amigos a lo peor de la casa (con Fran y Luis a la cabeza) y que tiene en el exterior un batallón de seguidoras/es kamikazes que le apoyan cueste lo que cueste (incluidos facturones de móvil para caerse de espalda).
Pues bien, simplemente por el juego que da, porque cada vez que abre la boca me da la risa y por ser la creadora del #muerodeamor, una de esas frases que pasarán a la historia de Gran Hermano, debe ganar el reality. Y debe ser acompañada en la final por las primas, Yoli y Alejandra (en este orden), por ser las otras dos concursantes en haber vivido la experiencia al 100%, y por no ser unos muebles de salón de Ikea rebajados como los primos, Azahara y Hugo. Por cierto, ¿dónde está Rubia, la cabra que caga conguitos? ¿Ha sido expulsada y yo no me he enterado? Am, #muerodeamor con la abu de Paula
PD La foto que acompaña a esta entrada pertenece a Telecinco, y la he robado de Europapress. Y aprovecho también para confesar que tengo devoción por Shaima, pero eso lo dejo para otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario